aparte de que el tema del que estábamos hablando no era nada facil de abordar... enfrente de nosotros, un retén policíaco de lo más absurdo ( y cuál no, ya lo se). bueno, hasta hicimos una pausa la pequitas y yo, sentados en el prado, para ver qué se traían ese par de uniformados, armados con tremendas fuscas, en contra de la banda que tenía la mala suerte de pasar delante de ellos.
el primer desafortunado pasó justo cuando yo estaba llegando a una conclusión más o menos acertada acerca de mis emociones y se la exponía a la pequitas que no dejaba de sospechar una farsa detrás de tanta "lucidez" de mi parte. parando en seco mi exposición me quedé mirando al frente, hasta que mi pausa fue lo suficientemente dramática como para hacer que la pequitas volteará en esa dirección, sin la más mínima discreción (por eso la quiero); al contrario, exagerando un poco el gesto quizá para conrapuntear tanta solemnidad de mi parte. así nos quedamos observando lo que al parecer era una revisión "de rutina", escrupulosamente aplicada a un cuasi adolescente que transitaba por federalismo cargando una caja vacía. bueno, ya saben: las piernas separadas, contra la pared, las manos en alto y un basculón con clara intensión de chingar al prójimo.
varios minutos y el asunto que traemos la pequitas y yo ha pasado definitivamente a segundo plano, observando las técnicas amedentratorias contra el chavito que se ve de lo más tranquis y buena onda e intenta responder calmadamente al seudointerrogatorio que no deja de puntualizar aquella caja que parece levantar en los tiras las más variadas sospechas. uno de ellos, como primate de experimento la ha colocado en varias posiciones, comprobando en todas ellas una vacuidad alarmante, preguntándose al parecer qué hace un transeúnte caminando por las calles con una caja vacía. el "sospechoso", parece explicar el fin de aquella caja, sin embargo los otros insisten en llamar una patrulla que cargue con aquel "maléfico" objeto. la pequitas no se ha aguantado más: con toda su hermosa testarudez se ha enfrascado en un duelo de miradas con el poli más culero. una tensión plpable flota ahora en el ambiente, casi puedo oír de fondo "el bueno, el malo y el feo", esperando el desenlace de aquel duelo de ojitos.
eso!: mi pequitas resulta triunfadora ya que el otro no es más que un pelele aferrado a su fetiche fálico como todo argumento.
20 lagartijas (mi límite) fueron lo único que pude aportar a aquella extraña performancia, alrededor de la cual la ciudad entera pareció hacer una pausa. después de dos o tres insultos más contra el morrito, le devuelven la cartera y con la habitual actitud perdonavidas le indican que se retiré, que es el turno de otro inocente en actitud "sospechosa". el susodicho recoge su caja "diabólica" y hace el típico gesto de amor y paz en dirección de la pequitas, para después alejarse con profunda parsimonía. sin exagerar podría yo decir que hasta con generosidad y bonhomía.
la plática en el prado continúa, pero en aquella caja, algo de nuestro original rencor se ha marchado.
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Los panamericanos sulfuran la esquizofrenia policiaca.
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