sábado, 8 de agosto de 2009

XOLOTL EN EL EXHILIO


Llego a casa. Arrojo las llaves sobre la mesa y abro las ventanas para que la brisa fresca de la noche haga circular los humores estancados por los rincones. Acciono, por inercia, el control remoto de la televisión. Mientras hurgo en el refrigerador, oigo, entrecortadamente, los titulares del noticiario. Friendo un par de huevos, pienso -así de golpe- que sin renuncia o sin entrega de muy poco valen las palabras. No se exactamente lo que he dicho, pero la frese ha llegado con tal contundencia que solamente la agresión a mi olfato por parte de la proteina quemada ha sido capaz de llevarme de regreso a la cocina, desde donde vuelvo a oir el estridente clamor de los anuncios comerciales. Será el cansancio, tal vez; o el hambre. Mastico aquella fritura mirando la cifra de muertos de aquel día (local, nacional, mundial..., casi cósmica la cifra). "Todo se reduce a esta cifra", alcanzo a aclararme entre sorbos de cafe instantáneo, sin embargo esta frase no iguala la contundencia de la anterior que aun intenta desplegar su significado, entorpecida un poco por mi apresurada ingesta. La saciedad, por fin, cumple su cometido. La tranquilidad que el control remoto deposita en mi mano, hace, de igual forma, lo suyo: un lento sopor me va ganando, poco a poco, rumbo a la cama. Sin entrega o sin renuncia de muy poco valen las palabras.

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pongo un lastre, luego otro, y otro... y no toco piso.